domingo, 17 de agosto de 2014

EL DIARIO DE SOPHIE

11 DE FEBRERO DE 1801

-Ha llegado una carta para usted, niña-me informa Nanny. 
                                Yo estoy en la biblioteca. He cogido un libro de Historia para leer. Me encanta leer libros de Historia. Disfruto conociendo cómo era la vida en otros tiempos. He cogido un libro que habla sobre Roma. Nunca he estado en Roma. 
                              Está abierto por una página en la que hablan acerca de las calzadas romanas. Nanny se acerca a mí. 
-¿Dice que la carta es para mí?-me extraño. 
-Eso es-contesta Nanny. 
-¿No hay nada más? ¿No hay ninguna carta para Tania?
-Lo siento. El mayordomo sólo me ha entregado este sobre. Y viene su nombre. 
                              Nanny me tiende el sobre. Yo lo cojo. 
                             Se retira sin hacer ruido. 
-Gracias...-le digo. 
                              No me oye. Cierra la puerta de la biblioteca. Me deja sola. Yo miro el sobre. 
                             Estoy a punto de desmayarme. ¡Lord Frederick! 
                             ¡Lord Frederick me ha escrito una carta! Recuerdo que yo le escribí una carta ayer. 
                             Quería saber dónde estaba su hermano. Entiendo que haya tardado tan poco tiempo en responderme. 
                                Rasgo el sobre con mis dedos. Extraigo dos hojas de papel que vienen dobladas. 
                                Desdoblo las dos hojas. En la primera hoja, lord Frederick me pide que sea discreta. Su hermano no vendrá a visitar a Titania durante algunos días más porque se haya recuperándose de una monumental juerga que estuvo corriéndose en los peores antros de la ciudad desde finales del mes pasado. No quiere entrar en detalles. Pero adivino lo que ha pasado. No le contaré nada a Titania. No quiero que mi prima sufra por culpa de ese malnacido de lord Alexander. 
                                 Pero la siguiente hoja de papel me deja sin habla. Lord Frederick me ha escrito. ¡Me ha escrito una carta de amor!
                                 Ahogo un grito a leer esas líneas en las que me pide que nos veamos. 

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