Hoy, os traigo un nuevo fragmento inédito de La mujer sin corazón.
Mónica, la protagonista, pasará una temporada en Leeds, una ciudad inglesa, antes de irse a Londres. Siempre huyendo del amor y de sus sentimientos.
Pero no voy a adelantarme a los acontecimientos.
En esta ocasión, Mónica acaba de llegar a Leeds.
Vivir sola y de manera independiente era poco más que una
aventura para Mónica Emily Fielding-Winter. Ya había superado la edad para
debutar en sociedad. Sin embargo, lo que prefería era vivir por su cuenta. Buscaría un trabajo. Sacaría su casa adelante. Ahorraría. No tendría que depender de nadie.
Eso era lo que ella buscaba. No volver a depender nunca más de nadie. Ser independiente. Ser ella misma.
La herida que tenía en el corazón ya no sangraba. Pero Mónica sabía que estaba allí. Aquella herida le iba a doler durante mucho tiempo. Intentaría ignorar aquel dolor. Y seguiría adelante con su vida.
Lo había
estado pensando muy a fondo. Y había tomado la decisión. Hacía tiempo que había
dejado atrás su vida en una gran mansión.
Fue una decisión
difícil. Pero no había vuelta atrás. Mónica no se arrepentía de haber dado
aquel paso. Era lo mejor para ella.
-Todo esto es el comedor-le indicó el dueño de la inmobiliaria
a la que Mónica había consultado para buscar casa- -Mónica no había pensado en
dar cenas en su casa. Ni ahora ni nunca…por el momento-En eso sí estaba
pensando Mónica. En hacer de su casa un sitio confortable.
El sitio le
había gustado desde la primera vez que lo vio, hacía apenas unos minutos. Su
madre, estaría indignada con el lugar. Como también estaba indignada con la
idea de que su hija de dieciocho años pensara en irse de casa. que había
fallecido hacía pocos meses. Sin embargo, siguiendo con la voluntad de su padre
y pese a que estaba destrozada por el dolor, Mónica decidió seguir adelante con
su vida.
-Bueno, pues, sigamos viendo la casa-dijo el dueño de la
inmobiliaria-
Su madre se
habría horrorizado al ver el brillo lujurioso que creyó ver en los ojos del
dueño de la inmobiliaria. A Mónica, en cambio, le hizo gracia. No estaba
acostumbrada al coqueteo, pero algún día tenía que ser, ¿no? ¿Por qué no hoy en
una casa vacía que después en una aburrida fiesta?
El sujeto se
echó a reír. Mónica le había llamado la atención. Desde el primer momento, no
hacía más que mirar a la muchacha con ojos de lobo hambriento. Mónica no le
hizo caso y A veces, Aquel pensamiento hizo que pensara en su madre, que creía
que su hija estaba cometiendo una locura. ¿A qué muchacha de dieciocho años se
le ocurría irse a vivir sola a un piso?
Mónica se
acercó al cuadro y posó la mano sobre una pera y trató de imaginar al
pintor…Pero no pudo: una gota le cayó encima de la nariz.
-¡Esta casa tiene goteras!-exclamó.
Mónica se
apartó del lugar donde estaba colgado el cuadro y el dueño de la inmobiliaria
ensayó una sonrisa.
Si tenía miedo
de que fuese a renunciar a la casa, estaba muy equivocado.
Desde hacía
algún tiempo, Mónica había pensado seriamente en irse de casa y vivir sola en
alguna parte. Estaba mal visto y lo sabía, pero no le importaba. Estaba harta de vivir supeditada al qué dirán. Era el momento de ser ella misma. De pensar en lo que ella quería. De ser egoísta.
-¡Ah, eso!-El dueño de la inmobiliaria rió nervioso-No es
nada. No se preocupe; se trata de una pequeña gotera que tiene fácil arreglo-Mónica
no sabía si creerle o no-Lo que tiene que hacer es hablar con el Presidente de
la Comunidad de Vecinos del bloque. Yo le conozco; es un hombre muy amable. Le
expone su problema y estoy seguro de que no tardará en arreglarle la gotera muy
gustoso-Mónica arqueó la ceja-Además, se trata de una gotera tan pequeña que
estoy seguro de que ni se dará cuenta de ella. Y se acerca el verano, así que
no tiene de qué preocuparse. No va a llover. Al menos, por ahora. No se
inundará su casa.
Mónica le miró
un tanto incrédula.
-Hablo con el Presidente de la Comunidad y me arregla la
gotera-pensó y estuvo a punto de decir una palabrota. En su lugar, sonrió con
desdén-Este tipo piensa que todos los problemas tienen fácil solución. Si fuera
así, no habría estallado una guerra que ha enfrentado a medio mundo el uno
contra el otro; si la gente no puede solucionar los problemas importantes,
tampoco podrá solucionar los más insignificantes.
Dirigió una
última mirada a la gotera. Tendría que convivir con ella, se dijo.
Decidió no
pensar en la gotera. Pasó por al lado del sofá y paseó la mirada por donde le
alcanzaba la vista.
-¿Usted qué opina?-preguntó el dueño de la inmobiliaria-A
mí me parece un lugar apropiado para vivir-Mónica también pensaba lo mismo.
Pero no lo dijo. Aún-Además, tal y como le he dicho, está amueblado. Es uno de
nuestros mejores pisos y, además, el más barato-Por la gotera, pensó Mónica-Tendrá
que pagar unas cuatrocientas libras al mes hasta que termine de pagar el precio
completo del piso. De momento, además de las cuatrocientas libras, tiene que
pagar una cantidad por adelantado-Mónica estaba preparada para eso. Se había
preparado a fondo cómo sería una entrevista con el dueño de una inmobiliaria.
Sólo esperaba que éste no se diera cuenta de lo nerviosa que estaba.
-A mí también me lo parece-afirmó-Me lo quedo. ¿Quiere
que le pague el adelanto ahora o…?-El dueño de la inmobiliaria le hizo callar.
-¡No, mujer!-se rió. No hacía más que mirar a Mónica con
cierta lujuria-Mañana, a primera hora, puede pasarse por mi despacho y
hablaremos del tema. ¡Qué suerte ha tenido, miss Fielding-Winter! Ha hecho
usted una buena compra. Ha comprado usted un piso en un lugar dotado de una
estupenda vista; desde aquí, con solo asomarse a la ventana, puede ver toda la
ciudad. Y más allá-Mónica lo dudaba-Incluso, si estira un poco más el cuello,
podrá ver nuestro querido lago Ness. Este barrio se encuentra muy alejado del
centro. Hasta aquí no llega el humo de las fábricas. Ni el ruido que hacen esos
malditos coches. En esta zona se respira paz y tranquilidad. Es estupendo-Mónica
cogió las dos maletas que había traído consigo con ropa de la casa de su madre
y las aferró con fuerza mientras el dueño de la inmobiliaria las miraba. Arqueó
una ceja-¿Acaso está pensando en instalarse ya hoy?
-Esas son mis intenciones, señor-contestó Mónica.
-En ese caso, permítame decirle que es usted muy
valiente-afirmó el dueño de la inmobiliaria. Mónica le miró con cierta
desconfianza. Su madre le había dicho que los hombres creían que las mujeres
que vivían solas eran prostitutas. Mónica era una muchacha decente. Sus ideas
se habían vuelto más liberales con el paso del tiempo y el estallido de la
guerra, pero seguía siendo decente. Y lo iba a demostrar-Yo me moriría de miedo
si tuviese que pasar la noche aquí. Me imagino que será la primera vez que
duerma fuera de casa. Es usted una muchacha joven y muy bonita. Está sola. Y este
sitio está lejos de la comisaría más cercana. Debe de echar mucho de menos a su
familia-Sonrió-Al menos, yo me asustaría mucho y echaría de menos a mi familia
al verme solo por primera vez. Puede llamar a una amiga-Sus ojos brillaron con
malicia-O a un chico especial-Rió con cierta malicia-Porque una muchacha como
usted debe de tener algún chico especial en su vida.
Mónica reunió
todo el aplomo que necesitaba para evitar partirle la cara a aquel tipo.
-Nunca le he tenido miedo a nada ni a nadie, señor-afirmó.
El hombre la miró incrédulo. Parecía más ingenua a primera vista-Así que me
dispongo a pasar mi primera noche aquí yo sola. ¿Le parece mal?
Mónica
acompañó al dueño de la inmobiliaria a la puerta. Era su forma gentil de
invitarle a que se fuera sin parecer grosera. Que se notara que la hija de un
noble sabía ser dura cuando se lo proponía. El dueño de la inmobiliaria le
entregó las llaves. Le recordó la cita que tenían al día siguiente a primera
hora y se fue. Antes de irse, lanzó una lujuriosa mirada a Mónica.
Ella cerró la
puerta. Comenzó a andar por el piso, como si no acabara de creérselo. ¿Qué
narices le estaba pasando al mundo?, se preguntó. Había oído hablar de casos de
chicas que se iban a vivir solas a una edad en la que se suponía que tenían que
pensar en bailes y en buscarse un marido. Había mujeres que no se casaban. Que
valoraban demasiado su independencia como para casarse. Ahora, podían hacer
cosas con las que antes ni soñaban. Podían ser algo más que madres, esposas y
esclavas. Mónica tuvo la certeza de que podía conseguir lo que se proponía.
-Nadie mandará en mí-afirmó en voz alta. Tenía una
casa…no la casa de su familia. Su propia casa-No me casaré. No viviré en la
esclavitud-Una sonrisa apareció dibujada en su rostro-Tendré hijos si quiero.
Pero no me voy a casar porque piense que esa es la única manera de tenerlos.
Trabajaré, ganaré dinero…Haré lo que sea con tal de salir adelante y lo haré
por mi propia cuenta.
Creyó que su
corazón iba a estallar dentro de su pecho. Se acercó a un interruptor de la
luz. Encendió y apagó varias veces la lámpara de la salita. Fue a la cocina,
abrió el grifo del agua caliente y salió agua. Le habían dicho que tenía agua
caliente. Se sintió satisfecha. Todo iría como la seda. Pensó que no le vendría
mal comprarse una lavadora. Después de todo, su ropa se mancharía y tendría que
lavarla. Mónica recorrió de nuevo el piso y creyó que sus pies apenas tocaban
el suelo, que estaba a punto de echar a volar…
Abrió una caja
que había traído y que se encontraba en un rincón del pasillo. Sacó de la caja
platos y cubiertos envueltos cuidadosamente en papel. Algunos, se los había
dado Henriette. Otros, los había comprado. Los colocó en la cocina. La mesa
tenía un cajón para meter en él los cubiertos. Los platos los guardó en el
armario. Abrió la maleta y sacó varios vestidos que procedió a colocar en el
armario. Tendría que plancharlos al día siguiente porque estaban un poco
arrugados.
Se echó a reír
con alegría.
- Ahora soy ama de casa. No tengo criadas a mi servicio.
Tengo que hacer muchas cosas, pero las haré yo sola-Entonces, recordó-: Le
prometí a mi madre que la llamaría en cuanto me diesen las llaves…¿podré
llamarla?
El teléfono se
encontraba en una mesita situada junto al sofá de la salita; al descolgarlo, Mónica
comprobó que tenía línea. Marcó el número de la casa de su madre y esperó la
respuesta.
Henriette no
le cogió el teléfono. Nunca cogía el teléfono. Le dejaba ese menester a una de
sus criadas. La que le cogió el teléfono a Mónica le dijo que no sabía si
estaba Henriette en casa. Le pidió que esperase. La muchacha esperó un buen
rato. Creía que su madre había salido. O estaba tan enfadada que no quería
hablar con ella. Pero Henriette cogió el teléfono. Parecía estar emocionada por
su llamada. Y Mónica se sintió contenta.
-¿Madre?-preguntó-¿Eres tú? ¡Hola, madre! Te llamo desde
mi nueva casa. Pues desde hoy soy su nueva inquilina. Me ha costado trabajo
quitarme de encima al dueño de la inmobiliaria de la que me hablaste-Mónica
creyó escuchar la exclamación ahogada de Henriette al otro lado de la línea.
¿Qué habría pensado? No obstante, Mónica sabía controlar la situación. Lo había
demostrado-Gracias por recomendármela porque es una de las mejores del país.
Voy a pasar aquí la noche y mañana por la mañana pagaré un adelanto por ella-Mónica
imaginó a su madre. Estaría callada. Quizás pensativa. Quizás triste. Nunca
había pensado que su hija acabase viviendo sola. ¡Y sin estar casada! ¡La hija
de un noble!-Me ha dado las llaves-rió-así que puedo considerarme desde hoy
como la dueña del piso.
-Así que no piensas venir por aquí nunca más-se lamentó
una aguda voz de mujer al otro lado del hilo telefónico. Primero su marido y,
ahora, su hija la dejaban.
-No, madre-la corrigió Mónica-Te equivocas. Claro que iré
a verte, madre. Siempre que pueda, iré a casa y estaré contigo. Y tú podrás
venir a verme.
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