Hola a todos.
Mary Balogh ha vuelto a sorprendernos con la Trilogía Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. No se trata de una trilogía paranormal.
Rex, Ken, Nat y Eden son compañeros de regimiento. Son llamados Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis por su carácter extrovertido y pícaro y por su irresistible atractivo físico.
Un romance irresistible es la última novela de la saga y, por algún motivo, la autora despacha muy rápidamente la historia de Eden colocándola como historia secundaria y olvidándose de crear una novela.
En esta ocasión, Nat es el protagonista y la mujer por la que bebe los vientos es Sophie, la joven viuda de un viejo amigo.
Eden, por su parte, protagoniza la historia de amor secundaria con la prima de Nat, Lavinia, una joven que encaja en el perfil de heroína romántica que todos conocemos y adoramos. Una chica independiente y que se niega a casarse.
La pena es que la historia de amor entre ambos pudo haber dado mucho de sí y sólo vemos un leve esbozo de lo que pudo llegar a ser si la autora se hubiese animado a escribir la historia de Eden y de Lavinia.
Os dejo con un fragmento de nuestra pareja:
"-Porque he deseado que lo hicierais desde la última vez que nos besamos -respondió él-. Porque no he podido olvidar el beso ni a vos. Porque si parto mañana sin haber solventado una cuestión con vos, vuestro recuerdo me perseguirá el resto de mi vida. Porque si puede perseguirme el recuerdo de alguien, es el vuestro. Y porque si alguien puede domaros, sospecho que soy yo. Porque os a...¡Maldita sea, no puedo pronunciar esas palabras! Besadme."
Canciones inolvidables de ayer y de hoy. Novelas que han marcado nuestras vidas. Relatos románticos. Un lugar...Un lugar destinado para el recuerdo...Un lugar donde leer historias de amor. Un lugar donde descubrir otras historias de amor. Un lugar para sentir. Un lugar para emocionarse. Un lugar para enamorarse. Un siglo inolvidable...
jueves, 29 de enero de 2015
sábado, 17 de enero de 2015
EL SABOR DE LO PROHIBIDO
Hola a todos.
Aquí os traigo el desenlace de mi relato El sabor de lo prohibido.
Deseo de corazón que os haya gustado este relato. Por lo demás, me siento muy contenta de haberle puesto el punto y final que merecía tener.
-¿Estás bien?-le preguntó Sebastian a Lorraine.
La joven no hablaba. Ambos yacían sobre un lecho de paja. Sus respiraciones eran normales. Lorraine recordaba cómo Sebastian había besado su cuello con verdadera ansia.
Habían compartido un momento de pasión en la intimidad del establo.
-No me duele mucho-respondió Lorraine.
La joven no terminaba de creerse lo que acababa de ocurrir entre Sebastian y ella.
-Perdóname-se disculpó el chico.
Parecía estar realmente avergonzado por lo que había pasado, pero Lorraine le sonrió con dulzura.
Le había devuelto a Sebastian todas las caricias que sus manos y sus labios le habían brindado. Le había devuelto todos los besos que él le había dado. Y lo abrazó con fuerza cuando él la estrechó entre sus brazos para sentirla suya. Para hacerla suya.
-Lo que ha pasado es real-afirmó Lorraine.
Lo que había ocurrido entre Sebastian y ella no tenía nada que ver con lo que había leído en las novelas románticas. Lo que había ocurrido había sido real. Todo lo que Lorraine había sentido había sido real.
Los sentimientos que Sebastian despertaba en ella eran reales. Había oído hablar de la endogamia, de personas que se casaban con sus familiares para preservar la pureza de la sangre. Ella yacía en aquel lecho de paja. Miraba las estrellas a través del agujero que había en el techo del establo. Sentía la respiración cada vez más relajada de Sebastian. Cuando él mordisqueó el lóbulo de su oreja. Cuando succionó sus pezones.
No lo veía como algo endogámico ni incestuoso.
Al besar a Sebastian, Lorraine sintió que estaba bien lo que estaban haciendo. Al entregarse en cuerpo y alma a él, estaba haciendo lo que debía. Lo que sentía en el fondo de su corazón.
-Yo hablo en serio cuando digo que puedo convertirme en tu corsario-insistió Sebastian-Puede que no sea tan peligroso como lo describen en las novelas que lees. Pero vivo una isla y soy bueno en esgrima. Me lo dice mi profesor. Vivo en una isla. Y puedo fingir que una barca es mi barco. Puedo darte todo lo que tú desees.
Sus miradas se cruzaron. Sebastian deseaba hacer realidad todos los sueños de Lorraine.
-Sólo quiero que estés conmigo-se sinceró la chica.
-¿Y qué pasa con tus sueños?-se extrañó Sebastian.
-Son sólo sueños. Deben quedarse donde están.
Una sonrisa iluminó el rostro de Sebastian que contagió a Lorraine. Había mucho amor en aquellos ojos de color marrón que no dejaban de mirar con arrobo a la joven que yacía a su lado.
-Te quiero, Rainie-afirmó Sebastian.
Llenó de besos el rostro de la chica. Su querida Rainie...
No querían hablar. Tan sólo querían mirarse. Demostrarse lo que sentían con gestos. Lorraine sentía un nudo oprimiendo su garganta. Apoyó durante un instante la cabeza en el hombro desnudo de Sebastian. El joven decidió hablar con sus padres al día siguiente. Se lo diría también a sus tíos. Si ellos se oponían, no le quedaría otra opción. Huiría con Lorraine a Gretna Green y se casarían allí.
-Si nuestros padres se oponen a que estemos juntos y nos casemos, nos fugaremos-le propuso a Lorraine-Sólo quiero estar contigo.
Fue el cuerpo de la joven el que habló en su lugar.
¡Huir con Sebastian!
Ya pensaremos en eso mañana, decidió Lorraine.
Dejemos que seamos nosotros los que nos demostremos nuestro amor con nuestros gestos.
El mañana queda lejos todavía. Sólo importa el hoy.
Lorraine se olvidó de todo cuando Sebastian la besó en el cuello de manera suave. Luego, los labios del joven se apoderaron de los labios de ella. Lorraine lo abrazó.
Se besaron nuevamente con idéntica ansia. Estaba ocurriendo.
Y era real.
Aquí os traigo el desenlace de mi relato El sabor de lo prohibido.
Deseo de corazón que os haya gustado este relato. Por lo demás, me siento muy contenta de haberle puesto el punto y final que merecía tener.
-¿Estás bien?-le preguntó Sebastian a Lorraine.
La joven no hablaba. Ambos yacían sobre un lecho de paja. Sus respiraciones eran normales. Lorraine recordaba cómo Sebastian había besado su cuello con verdadera ansia.
Habían compartido un momento de pasión en la intimidad del establo.
-No me duele mucho-respondió Lorraine.
La joven no terminaba de creerse lo que acababa de ocurrir entre Sebastian y ella.
-Perdóname-se disculpó el chico.
Parecía estar realmente avergonzado por lo que había pasado, pero Lorraine le sonrió con dulzura.
Le había devuelto a Sebastian todas las caricias que sus manos y sus labios le habían brindado. Le había devuelto todos los besos que él le había dado. Y lo abrazó con fuerza cuando él la estrechó entre sus brazos para sentirla suya. Para hacerla suya.
-Lo que ha pasado es real-afirmó Lorraine.
Lo que había ocurrido entre Sebastian y ella no tenía nada que ver con lo que había leído en las novelas románticas. Lo que había ocurrido había sido real. Todo lo que Lorraine había sentido había sido real.
Los sentimientos que Sebastian despertaba en ella eran reales. Había oído hablar de la endogamia, de personas que se casaban con sus familiares para preservar la pureza de la sangre. Ella yacía en aquel lecho de paja. Miraba las estrellas a través del agujero que había en el techo del establo. Sentía la respiración cada vez más relajada de Sebastian. Cuando él mordisqueó el lóbulo de su oreja. Cuando succionó sus pezones.
No lo veía como algo endogámico ni incestuoso.
Al besar a Sebastian, Lorraine sintió que estaba bien lo que estaban haciendo. Al entregarse en cuerpo y alma a él, estaba haciendo lo que debía. Lo que sentía en el fondo de su corazón.
-Yo hablo en serio cuando digo que puedo convertirme en tu corsario-insistió Sebastian-Puede que no sea tan peligroso como lo describen en las novelas que lees. Pero vivo una isla y soy bueno en esgrima. Me lo dice mi profesor. Vivo en una isla. Y puedo fingir que una barca es mi barco. Puedo darte todo lo que tú desees.
Sus miradas se cruzaron. Sebastian deseaba hacer realidad todos los sueños de Lorraine.
-Sólo quiero que estés conmigo-se sinceró la chica.
-¿Y qué pasa con tus sueños?-se extrañó Sebastian.
-Son sólo sueños. Deben quedarse donde están.
Una sonrisa iluminó el rostro de Sebastian que contagió a Lorraine. Había mucho amor en aquellos ojos de color marrón que no dejaban de mirar con arrobo a la joven que yacía a su lado.
-Te quiero, Rainie-afirmó Sebastian.
Llenó de besos el rostro de la chica. Su querida Rainie...
No querían hablar. Tan sólo querían mirarse. Demostrarse lo que sentían con gestos. Lorraine sentía un nudo oprimiendo su garganta. Apoyó durante un instante la cabeza en el hombro desnudo de Sebastian. El joven decidió hablar con sus padres al día siguiente. Se lo diría también a sus tíos. Si ellos se oponían, no le quedaría otra opción. Huiría con Lorraine a Gretna Green y se casarían allí.
-Si nuestros padres se oponen a que estemos juntos y nos casemos, nos fugaremos-le propuso a Lorraine-Sólo quiero estar contigo.
Fue el cuerpo de la joven el que habló en su lugar.
¡Huir con Sebastian!
Ya pensaremos en eso mañana, decidió Lorraine.
Dejemos que seamos nosotros los que nos demostremos nuestro amor con nuestros gestos.
El mañana queda lejos todavía. Sólo importa el hoy.
Lorraine se olvidó de todo cuando Sebastian la besó en el cuello de manera suave. Luego, los labios del joven se apoderaron de los labios de ella. Lorraine lo abrazó.
Se besaron nuevamente con idéntica ansia. Estaba ocurriendo.
Y era real.
FIN
viernes, 16 de enero de 2015
EL SABOR DE LO PROHIBIDO
Hola a todos.
Aquí os traigo el penúltimo fragmento de mi relato El sabor de lo prohibido.
Deseo de corazón que os haya gustado esta historia. Y puedo decir con orgullo que me alegro de haberla terminado.
Mañana, el desenlace.
Al día siguiente, Sebastian y Lorraine volvieron a citarse para verse en el establo. Lilian les observó mientras conversaban animadamente en el salón. Para ella, era evidente que había algo más entre su hermana mayor y su primo. De modo que, cuando Sebastian salió del salón, Lilian habló del tema con Lorraine. Su hermana mayor se puso nerviosa.
-¿Cómo puedes pensar que hay algo más entre Sebastian y yo?-se escandalizó Lorraine-¡Es nuestro primo!
-Lo que significa que no es nuestro hermano-replicó Lilian-No estarías cometiendo incesto.
-¡Estaría mal!
Las mejillas de Lorraine se encendieron al pensar en Sebastian. Su primo era su principal apoyo en todo momento. Sebastian solía decirle que lo único que quería era verla feliz.
La hacía feliz cuando escuchaba pacientemente sus opiniones acerca de sus libros favoritos. Cuando fantaseaba con aquella tontería de ser raptada por un apuesto corsario.
-Yo podría ser un corsario-le había sugerido en más de una ocasión-Y haría realidad tu sueño. Te raptaría. Ya vivo en una isla.
-Jamás serías un corsario-le aseguraba Lorraine entre risas-Eres demasiado bueno.
Sebastian había sido el paño de lágrimas de Lorraine cuando se sentía impotente al ver que era incapaz de detener la boda de Lilian. Reía con ella. Siempre le estaba arrancando una sonrisa. Le gustaba hacerle cosquillas. Era amable con ella.
Siempre estaba a su lado consolándola cuando así lo requería. Tenía una palabra amable para ella.
Sebastian no era un personaje sacado de una de sus novelas favoritas. Era alguien real. Alguien que siempre estaría a su lado. Alguien a quien Lorraine podía acudir siempre.
-Te has quedado pensativa-observó Lilian.
A lo mejor, pensó Lorraine, Lilian sabe más cosas que yo no sé. O que intento no saber. La manera en la que Sebastian la miraba. O cuando le regalaba ramilletes de florecillas. O su manera de dirigirse a ella. A lo mejor, sólo estaba comportándose como un hermano. Sebastian podía sentir que era hermano de Lorraine.
Pero con Lilian y con Melissa era distinto. Era cierto que las quería muchísimo. Se desvivía por ellas. Pero su manera de actuar con Lilian y con Melissa era distinta a la manera con la que se comportaba cuando estaba con Lorraine. La joven no sabía cómo abordar aquel tema con Sebastian.
Aquella noche, Lorraine se encontró con Sebastian en el establo, aprovechando que todos estaban durmiendo.
Le vio nervioso cuando se acercó a él.
Y, para sorpresa de Lorraine, Sebastian la besó con verdadera ansia nada más verla llegar a su lado.
-No sé cómo decirlo-se sinceró cuando se separó de ella-Rainie, te quiero. Pero no como mi prima...No como mi hermana...Te miro y sólo veo a una mujer. Rainie...
Lorraine no le dejó seguir hablando.
Rodeó el cuello de Sebastian con los brazos al tiempo que lo besaba de manera larga y apasionada.
Aquí os traigo el penúltimo fragmento de mi relato El sabor de lo prohibido.
Deseo de corazón que os haya gustado esta historia. Y puedo decir con orgullo que me alegro de haberla terminado.
Mañana, el desenlace.
Al día siguiente, Sebastian y Lorraine volvieron a citarse para verse en el establo. Lilian les observó mientras conversaban animadamente en el salón. Para ella, era evidente que había algo más entre su hermana mayor y su primo. De modo que, cuando Sebastian salió del salón, Lilian habló del tema con Lorraine. Su hermana mayor se puso nerviosa.
-¿Cómo puedes pensar que hay algo más entre Sebastian y yo?-se escandalizó Lorraine-¡Es nuestro primo!
-Lo que significa que no es nuestro hermano-replicó Lilian-No estarías cometiendo incesto.
-¡Estaría mal!
Las mejillas de Lorraine se encendieron al pensar en Sebastian. Su primo era su principal apoyo en todo momento. Sebastian solía decirle que lo único que quería era verla feliz.
La hacía feliz cuando escuchaba pacientemente sus opiniones acerca de sus libros favoritos. Cuando fantaseaba con aquella tontería de ser raptada por un apuesto corsario.
-Yo podría ser un corsario-le había sugerido en más de una ocasión-Y haría realidad tu sueño. Te raptaría. Ya vivo en una isla.
-Jamás serías un corsario-le aseguraba Lorraine entre risas-Eres demasiado bueno.
Sebastian había sido el paño de lágrimas de Lorraine cuando se sentía impotente al ver que era incapaz de detener la boda de Lilian. Reía con ella. Siempre le estaba arrancando una sonrisa. Le gustaba hacerle cosquillas. Era amable con ella.
Siempre estaba a su lado consolándola cuando así lo requería. Tenía una palabra amable para ella.
Sebastian no era un personaje sacado de una de sus novelas favoritas. Era alguien real. Alguien que siempre estaría a su lado. Alguien a quien Lorraine podía acudir siempre.
-Te has quedado pensativa-observó Lilian.
A lo mejor, pensó Lorraine, Lilian sabe más cosas que yo no sé. O que intento no saber. La manera en la que Sebastian la miraba. O cuando le regalaba ramilletes de florecillas. O su manera de dirigirse a ella. A lo mejor, sólo estaba comportándose como un hermano. Sebastian podía sentir que era hermano de Lorraine.
Pero con Lilian y con Melissa era distinto. Era cierto que las quería muchísimo. Se desvivía por ellas. Pero su manera de actuar con Lilian y con Melissa era distinta a la manera con la que se comportaba cuando estaba con Lorraine. La joven no sabía cómo abordar aquel tema con Sebastian.
Aquella noche, Lorraine se encontró con Sebastian en el establo, aprovechando que todos estaban durmiendo.
Le vio nervioso cuando se acercó a él.
Y, para sorpresa de Lorraine, Sebastian la besó con verdadera ansia nada más verla llegar a su lado.
-No sé cómo decirlo-se sinceró cuando se separó de ella-Rainie, te quiero. Pero no como mi prima...No como mi hermana...Te miro y sólo veo a una mujer. Rainie...
Lorraine no le dejó seguir hablando.
Rodeó el cuello de Sebastian con los brazos al tiempo que lo besaba de manera larga y apasionada.
jueves, 15 de enero de 2015
EL SABOR DE LO PROHIBIDO
Hola a todos.
Aquí os traigo la segunda parte de mi relato El sabor de lo prohibido.
Para que no resulte pesado, lo he dividido en varias partes, pero es un relato más bien corto y sencillo, aunque con su dosis de romanticismo.
Espero que os esté gustando.
En el techo del establo de los Livingston había un agujero. Cuando llovía, siempre se inundaba el establo.
Lorraine permaneció acostada sobre el lecho de paja mirando al cielo. Por suerte, sus tíos no tenían caballos. Habían adquirido la casa cuando se casaron y nunca habían comprado caballos. Desde donde estaba acostada, podía ver la Luna. Estaba en el Cuarto Menguante. En su imaginación, conectaba las estrellas las unas con las otras. Inventaba nombre de constelaciones.
-La constelación del Triángulo...-dijo-Parece un triángulo.
Miró a su primo Sebastian. Estaba acostado a su lado sobre el lecho de paja. Los dos miraban al cielo con aire soñador. Lorraine suspiró al apartar la vista de la figura de Sebastian. Tanto sus tíos como sus padres y sus hermanas estaban durmiendo en sus respectivas alcobas. Ellos habían aprovechado la oscuridad de la noche para ir al establo. Se oyó alular a una lechuza. Buscaría comida.
-Cuando mi corsario me rapte, pasaremos las noches mirando las estrellas-afirmó Lorraine.
-¿De verdad sueñas con ser raptada por un corsario?-se extrañó Sebastian-Los corsarios que hay están escondidos porque los persigue la Justicia.
-Entonces, eso nunca pasará.
Ambos escucharon el susurro del río Támesis a su paso por la isla. Los animalitos que vivían en la isla estaban dormidos en sus madrigueras. Tan sólo Sebastian y Lorraine estaban despiertos.
La chica se bajó la falda, que se le había subido hasta las rodillas.
-Yo podría ser ese corsario-se ofreció Sebastian-Algún día, viviré una gran aventura.
Lorraine esbozó una sonrisa y acarició con su mano el cabello de su primo. Se sentía muy feliz compartiendo aquel momento con él. Lo cierto era que disfrutaba mucho de la compañía de Sebastian, el único que entendía sus sueños.
-Tú no tienes pinta de corsario-replicó Lorraine.
-¿Y cómo tiene que ser un corsario?-le preguntó Sebastian en tono retador.
-Tiene que ser de otra manera. Pero tú no podrías serlo.
Para sus adentros, Lorraine tuvo que reconocer que su primo se había convertido en un joven muy atractivo. Era alto y esbelto, pero estaba bien desarrollado. Su cabello era de color castaño oscuro. Y sus ojos del mismo color que el cabello tenían un brillo alegre.
A Lorraine le sentaba mal ver a Lilian besando a Sebastian en las mejillas cuando se iba a la cama. La regañaba por su comportamiento. Pero Lilian pensaba que su hermana estaba demasiado entontecida por las novelas románticas que solía leer. Veía fantasmas por todas partes.
-Nuestro primo se ha convertido en un joven muy atractivo-le recordaba Lilian-Antes o después, el amor llegará a su vida. Y se casará.
Pero, en aquel momento, Sebastian estaba acostado al lado de Lorraine y ella no quería pensar en aquella posibilidad. Cuando visitaba a sus tíos, no sentía el menor deseo de regresar a Londres. Sebastian era el único que no se reía de ella.
Podía hablar de cualquier tema con él. La escuchaba con atención. Los dos tenían la misma edad. Desde siempre, habían estado muy unidos. Jugaban juntos cuando el uno iba a visitar al otro. De ellos decían que eran como uña y carne. Lorraine y Sebastian intercambiaban confidencias. Se guardaban a muerte los secretos del otro.
Lorraine tenía sus fantasías. Pero era consciente de que debía de dejarlas a un lado. Ya no era ninguna niña. Había tenido su primera temporada en sociedad y había rechazado tres suculentas ofertas de matrimonio.
De haber aceptado la primera oferta de matrimonio que le hicieron, probablemente, Lilian no tendría que estar abocada a un matrimonio que no quería, pero al que se había resignado.
-¡Soy una estúpida!-se lamentó Lorraine.
-¿Por qué dices eso?-se extrañó Sebastian.
-He caído en la cuenta de que Lilian se va a casar por mi culpa. Aunque ella diga que lo acepta, sé bien que no quiere casarse.
-Sinceramente, creo que Lilian no será feliz en su matrimonio con mister Bogart. Todavía es muy joven. Mi tío tendría que reconsiderarlo.
Lorraine miró al cielo y pensó que Lilian habría mirado las estrellas en más de una ocasión en busca de consuelo para algo que se le antojaba absurdo. Lilian, a pesar de que era, en muchos aspectos, todavía una niña, era mucho más madura que la propia Lorraine.
Volvió a mirar a Sebastian. ¿Por qué no se había dado cuenta antes?, se preguntó con nerviosismo.
Su corazón latía a gran velocidad cuando estaba cerca de Sebastian. Incluso, le temblaban las piernas cuando él se le acercaba a saludarla. Era cierto que comía bien. Que dormía perfectamente por las noches. Pero no podía disimular que sentía una especie de revoloteo en su estómago. Ahora, le estaba ocurriendo.
Sus sueños de ser raptada por un corsario eran eso. Sólo sueños...Lo que estaba sintiendo era real. Peligrosamente real...
-¿Te has enamorado alguna vez, Rainie?-le preguntó Sebastian a su prima-No estoy hablando de las novelas.
-No he conocido a caballeros durante mi temporada en sociedad que merezca la pena recordar-respondió Lorraine-A decir verdad, el único chico que conozco que merece la pena eres tú. Siempre me estás haciendo reír. Yo te seguía en todas las travesuras que hacías. Por lo menos, nos castigaban juntos. Era mi mayor consuelo. Me animas con los comentarios que haces. Y busco algo así para cuando me case. Estoy pidiendo demasiado.
-A decir verdad, yo también pido lo mismo. Quiero enamorarme de una mujer que sea como tú.
-¿Lo dices en serio?
La luz de la Luna se filtró por el agujero del techo del establo. A pesar de que sus rayos eran débiles, iluminaron la silueta de Lorraine.
-Estoy diciendo la verdad-contestó Sebastian.
Contempló arrobado a su prima. No debía de mirarla así.
Pero Lorraine se había convertido en toda una belleza. Era un ser angelical. Dulce...
Con su largo cabello de color dorado...Con sus ojos de color azul cielo...
-¿Y qué me dices de ti?-indagó Lorraine-¿Has estado alguna vez enamorado? Has venido a visitarme a Londres muchas veces.
-No me gusta ir a bailes y no he tenido la oportunidad de conocer a chicas-contestó Sebastian-Ir a burdeles me repugna. Intenté ir a uno una vez. No llegué a entrar.
-¿Me estás diciendo que eres virgen?
-Sí...¿Te parece raro?
El rostro de Sebastian estaba enrojecido.
Lorraine se sintió rara al sentir alivio al escuchar la confesión que acababa de hacerle su primo. Ella también era virgen. Sin embargo, no sabía el porqué le parecía tan importante el saber que Sebastián era virgen. La experiencia que tenía Lorraine con los hombres era prácticamente nula. Podía fantasear con vivir un apasionado romance con un corsario apuesto y misterioso.
Pero otra cosa era la vida real. Sebastian era un joven de carne y hueso. Era tan real como lo era ella.
Aquí os traigo la segunda parte de mi relato El sabor de lo prohibido.
Para que no resulte pesado, lo he dividido en varias partes, pero es un relato más bien corto y sencillo, aunque con su dosis de romanticismo.
Espero que os esté gustando.
En el techo del establo de los Livingston había un agujero. Cuando llovía, siempre se inundaba el establo.
Lorraine permaneció acostada sobre el lecho de paja mirando al cielo. Por suerte, sus tíos no tenían caballos. Habían adquirido la casa cuando se casaron y nunca habían comprado caballos. Desde donde estaba acostada, podía ver la Luna. Estaba en el Cuarto Menguante. En su imaginación, conectaba las estrellas las unas con las otras. Inventaba nombre de constelaciones.
-La constelación del Triángulo...-dijo-Parece un triángulo.
Miró a su primo Sebastian. Estaba acostado a su lado sobre el lecho de paja. Los dos miraban al cielo con aire soñador. Lorraine suspiró al apartar la vista de la figura de Sebastian. Tanto sus tíos como sus padres y sus hermanas estaban durmiendo en sus respectivas alcobas. Ellos habían aprovechado la oscuridad de la noche para ir al establo. Se oyó alular a una lechuza. Buscaría comida.
-Cuando mi corsario me rapte, pasaremos las noches mirando las estrellas-afirmó Lorraine.
-¿De verdad sueñas con ser raptada por un corsario?-se extrañó Sebastian-Los corsarios que hay están escondidos porque los persigue la Justicia.
-Entonces, eso nunca pasará.
Ambos escucharon el susurro del río Támesis a su paso por la isla. Los animalitos que vivían en la isla estaban dormidos en sus madrigueras. Tan sólo Sebastian y Lorraine estaban despiertos.
La chica se bajó la falda, que se le había subido hasta las rodillas.
-Yo podría ser ese corsario-se ofreció Sebastian-Algún día, viviré una gran aventura.
Lorraine esbozó una sonrisa y acarició con su mano el cabello de su primo. Se sentía muy feliz compartiendo aquel momento con él. Lo cierto era que disfrutaba mucho de la compañía de Sebastian, el único que entendía sus sueños.
-Tú no tienes pinta de corsario-replicó Lorraine.
-¿Y cómo tiene que ser un corsario?-le preguntó Sebastian en tono retador.
-Tiene que ser de otra manera. Pero tú no podrías serlo.
Para sus adentros, Lorraine tuvo que reconocer que su primo se había convertido en un joven muy atractivo. Era alto y esbelto, pero estaba bien desarrollado. Su cabello era de color castaño oscuro. Y sus ojos del mismo color que el cabello tenían un brillo alegre.
A Lorraine le sentaba mal ver a Lilian besando a Sebastian en las mejillas cuando se iba a la cama. La regañaba por su comportamiento. Pero Lilian pensaba que su hermana estaba demasiado entontecida por las novelas románticas que solía leer. Veía fantasmas por todas partes.
-Nuestro primo se ha convertido en un joven muy atractivo-le recordaba Lilian-Antes o después, el amor llegará a su vida. Y se casará.
Pero, en aquel momento, Sebastian estaba acostado al lado de Lorraine y ella no quería pensar en aquella posibilidad. Cuando visitaba a sus tíos, no sentía el menor deseo de regresar a Londres. Sebastian era el único que no se reía de ella.
Podía hablar de cualquier tema con él. La escuchaba con atención. Los dos tenían la misma edad. Desde siempre, habían estado muy unidos. Jugaban juntos cuando el uno iba a visitar al otro. De ellos decían que eran como uña y carne. Lorraine y Sebastian intercambiaban confidencias. Se guardaban a muerte los secretos del otro.
Lorraine tenía sus fantasías. Pero era consciente de que debía de dejarlas a un lado. Ya no era ninguna niña. Había tenido su primera temporada en sociedad y había rechazado tres suculentas ofertas de matrimonio.
De haber aceptado la primera oferta de matrimonio que le hicieron, probablemente, Lilian no tendría que estar abocada a un matrimonio que no quería, pero al que se había resignado.
-¡Soy una estúpida!-se lamentó Lorraine.
-¿Por qué dices eso?-se extrañó Sebastian.
-He caído en la cuenta de que Lilian se va a casar por mi culpa. Aunque ella diga que lo acepta, sé bien que no quiere casarse.
-Sinceramente, creo que Lilian no será feliz en su matrimonio con mister Bogart. Todavía es muy joven. Mi tío tendría que reconsiderarlo.
Lorraine miró al cielo y pensó que Lilian habría mirado las estrellas en más de una ocasión en busca de consuelo para algo que se le antojaba absurdo. Lilian, a pesar de que era, en muchos aspectos, todavía una niña, era mucho más madura que la propia Lorraine.
Volvió a mirar a Sebastian. ¿Por qué no se había dado cuenta antes?, se preguntó con nerviosismo.
Su corazón latía a gran velocidad cuando estaba cerca de Sebastian. Incluso, le temblaban las piernas cuando él se le acercaba a saludarla. Era cierto que comía bien. Que dormía perfectamente por las noches. Pero no podía disimular que sentía una especie de revoloteo en su estómago. Ahora, le estaba ocurriendo.
Sus sueños de ser raptada por un corsario eran eso. Sólo sueños...Lo que estaba sintiendo era real. Peligrosamente real...
-¿Te has enamorado alguna vez, Rainie?-le preguntó Sebastian a su prima-No estoy hablando de las novelas.
-No he conocido a caballeros durante mi temporada en sociedad que merezca la pena recordar-respondió Lorraine-A decir verdad, el único chico que conozco que merece la pena eres tú. Siempre me estás haciendo reír. Yo te seguía en todas las travesuras que hacías. Por lo menos, nos castigaban juntos. Era mi mayor consuelo. Me animas con los comentarios que haces. Y busco algo así para cuando me case. Estoy pidiendo demasiado.
-A decir verdad, yo también pido lo mismo. Quiero enamorarme de una mujer que sea como tú.
-¿Lo dices en serio?
La luz de la Luna se filtró por el agujero del techo del establo. A pesar de que sus rayos eran débiles, iluminaron la silueta de Lorraine.
-Estoy diciendo la verdad-contestó Sebastian.
Contempló arrobado a su prima. No debía de mirarla así.
Pero Lorraine se había convertido en toda una belleza. Era un ser angelical. Dulce...
Con su largo cabello de color dorado...Con sus ojos de color azul cielo...
-¿Y qué me dices de ti?-indagó Lorraine-¿Has estado alguna vez enamorado? Has venido a visitarme a Londres muchas veces.
-No me gusta ir a bailes y no he tenido la oportunidad de conocer a chicas-contestó Sebastian-Ir a burdeles me repugna. Intenté ir a uno una vez. No llegué a entrar.
-¿Me estás diciendo que eres virgen?
-Sí...¿Te parece raro?
El rostro de Sebastian estaba enrojecido.
Lorraine se sintió rara al sentir alivio al escuchar la confesión que acababa de hacerle su primo. Ella también era virgen. Sin embargo, no sabía el porqué le parecía tan importante el saber que Sebastián era virgen. La experiencia que tenía Lorraine con los hombres era prácticamente nula. Podía fantasear con vivir un apasionado romance con un corsario apuesto y misterioso.
Pero otra cosa era la vida real. Sebastian era un joven de carne y hueso. Era tan real como lo era ella.
miércoles, 14 de enero de 2015
EL SABOR DE LO PROHIBIDO
Hola a todos.
Siguiendo con el consejo que tan sabiamente me dieron, me estoy dedicando a terminar todas las historias que tengo a medias.
Empecé a escribir el relato que voy a subir hace unos seis años con la intención de convertirlo en una novela. Lo dejé a medias cuando sólo llevaba una hoja.
Lo retomé hace dos días y, aunque no me sale una novela, sí me sale una relato corto.
Está dividido en dos partes. La que pienso subir hoy y la que subiré mañana.
Deseo de corazón que os guste.
Siguiendo con el consejo que tan sabiamente me dieron, me estoy dedicando a terminar todas las historias que tengo a medias.
Empecé a escribir el relato que voy a subir hace unos seis años con la intención de convertirlo en una novela. Lo dejé a medias cuando sólo llevaba una hoja.
Lo retomé hace dos días y, aunque no me sale una novela, sí me sale una relato corto.
Está dividido en dos partes. La que pienso subir hoy y la que subiré mañana.
Deseo de corazón que os guste.
EL SABOR DE LO PROHIBIDO
ISLA DE APPLETREE EYOT, EN EL RÍO TÁMESIS, A SU PASO POR EL CONDADO DE BERKSHIRE, 1813
Peter Summers, Elinor y las tres hijas del
matrimonio (Lorraine, Lilian e Melissa) salían todos los días a dar un paseo
por los alrededores. No eran lo que se dice una familia rica ni tenían títulos
nobiliarios, pero vivían de manera desahogada y Elinor lo achacaba a que Peter
actuó de manera sensata al quedarse en Londres en lugar de irse lejos de allí.
Él jamás se cuestionó si había hecho bien o mal. Nunca se preguntó cómo habría
sido su vida si se hubiese ido a América. Era de familia humilde, había
trabajado mucho para llegar hasta donde estaba y no pensaba malgastar su dinero
en aventuras imposibles. De haberse ido a América, jamás se habría casado ni
habría sido padre. Su esposa y sus hijas eran su orgullo.
Las
gentes los veían paseándose por las calles de Londres y les saludaban con
respeto; el dinero hacía que las personas fueran respetadas y Peter lo tenía,
aunque no nadaba precisamente en la abundancia.
-Tenéis que estar contentas, hijas mías-dijo
en una ocasión Peter mientras paseaba con Elinor y con sus hijas-Vosotras vivís
bien y no sufrís penuria alguna.
-¿Acaso tú las has sufrido, papá?-inquirió Lilian-Nos
gustaría saberlo.
-Nunca nos has hablado de tu vida cuando eras pequeño ni antes de
conocer a mamá-observó Lorraine-Nos pides que nos conformemos con lo que
tenemos.
Lorraine tenía la creencia de que en la vida
real conocería a un apuesto y valiente corsario, fuerte y viril, de mirada fría
y temperamento apasionado y sensual. A los ojos de su hermana Melissa, Lorraine
era un poco tonta. Había leído demasiadas novelas románticas y soñaba despierta
con vivir una aventura similar. Sin embargo, la vida no era una novela e Melissa
lo sabía. Su otra hermana, Lilian, la mediana de las tres, acababa de ser
prometida en matrimonio a un hombre que era varios años mayor que ella. Melissa
lo había visto varias veces en su casa y había escuchado rumores acerca de que
se dedicaba a robar tesoros de tumbas de Reyes nativos en el Nuevo Mundo. Lorraine
se decía que ella no se casaría con quien dijeran sus padres sino que vendría un corsario a raptarla. Lilian
e Melissa se reían al escuchar semejantes tonterías y le decían que eso jamás
sucedería. Lilian no esperaba una relación romántica al casarse con Hugh,
debido en parte a los rumores que había oído acerca de su profesión. El joven
era frío y cortés con ella. Le daba un beso respetuoso en la mano cuando la
veía y volvía a besársela cuando se iba. Una vez, se atrevió a darle un beso en
la mejilla, pero se apartó enseguida todo rojo. Melissa, que se jactaba de
conocer bien a la gente, veía que Hugh era frío porque era, en el fondo, muy
tímido y asustadizo. Su trato con las mujeres había sido muy limitado y Lilian
le gustaba mucho.
Lorraine
tenía diecinueve años, Lilian tenía dieciséis e Melissa tenía once. Sin
embargo, Lilian e Melissa eran mucho más maduras mentalmente que Lorraine. No
quiero decir con esto que Lorraine fuera tonta. El problema era que se parecía
mucho a Don Quijote, es decir, que mientras que a él le habían enloquecido las
novelas de caballerías, las novelas románticas le tenían sorbido por completo
el seso a Lorraine.
-Olvídalo-le espetó un día Lilian a Lorraine
entrando en la biblioteca.
Como
de costumbre, su hermana se encontraba sentada en una silla leyendo una novela
romántica.
-¿El qué?-inquirió Lorraine extrañada.
-Quiero que te olvides de esa tontería de las
novelas románticas-le ordenó Lilian.
-El que tú vayas a casarte con un hombre aburrido no es un impedimento
para mí que las lea. Así, vivo toda clase de aventuras en mi mente. Y, luego,
las viviré en la vida real con mi corsario.
-¿Desde cuándo hay corsarios en el río Támesis?
-Algún día, iré a América y mi barco será
atacado por corsarios. Y su capitán quedará rendido a mi belleza y me raptará.
Y yo seré suya para siempre.
-No hay nadie esperándonos en América.
-Sí: tu prometido. Él pasa la mayor parte del
tiempo allí. Sabe Dios lo que hará.
-Tampoco iremos a ver al mister Bogart
(apellido de Hugh) a América porque, después de la boda, se quedará a vivir en Londres.
Lilian
se echó a reír. Era menor que Lorraine. Pero la actitud de su hermana y el
hecho de que Lilian, contra todo pronóstico, sería la primera en casarse, le
hacía sentirse superior a ella. Más mayor…
Lorraine
trató de centrarse en la lectura, pero, en ese instante, Melissa entró en la
biblioteca saltando y cantando. Lorraine alzó la vista del libro y la fulminó
con la mirada.
-No la molestes-le pidió Lilian con una
sonrisa-Está soñando despierta.
-¡No metas cizaña!-le advirtió Lorraine con
dureza.
-¿Qué te pasa?-se burló Melissa-¿No te gustan
los corsarios?
-Estáis celosas porque vuestras vidas van a
ser un Infierno de aburrimiento y yo viviré una aventura maravillosa al lado de
un valiente corsario.
Lorraine
les dio la espalda con gesto desdeñoso a sus hermanas y continuó con su novela.
Melissa y Lilian salieron riéndose de la biblioteca. Lorraine estuvo a punto de
gritar. Se centró en la novela y pensó en lo hermoso que sería vivir una
apasionada historia de amor con un hombre peligroso. Y la idiota de su
hermanita pequeña creía que era una locura.
Melissa,
pese a su corta edad, era mucho más práctica que sus hermanas. A pesar de que
era la menor, en muchas ocasiones, cuando hablaba con Lorraine y Lilian,
parecía la mayor. Aún no era una mujer. Sin embargo, ya se veía la clase de
mujer que sería en el futuro. Una mujer sensata. Mucho más sensata que la
resignada Lilian o que la idealista Lorraine.
La
muchacha soñaba con su corsario. Imaginaba que era francés. Él atacaría el
barco que la llevase a América y que la raptaría tras quedar prendado de su
belleza. Sería un hombre con mucha experiencia. Lorraine fantaseaba con la idea
de pasar su primera noche de amor entre los fuertes brazos de un viril
corsario. Melissa se reía de ella. Su fantasía amenazaba con volverla loca. Melissa
aún era una niña. Pero intuía que su hermana no sería feliz si se casaba con un
hombre normal. Ella buscaba un imposible. Lo deseaba. Su idea del amor era ser
abrazada por un viril corsario, pero Melissa, que era mucho más práctica, sabía
que esa relación sería desdichada porque Lorraine olvidaba una cosilla: un
corsario era un criminal. La ley lo perseguía. Tendrían que pasarse la vida
huyendo.
No apareció ningún corsario en la vida de Lorraine.
Todos los veranos, la familia se trasladaba a la isla de Appletree Eyot a pasar los meses de junio, julio, agosto y septiembre. Aquel año no fue una excepción.
La familia se hospedaba en la casa del hermano de Elinor, mister Livingston.
Era un hombre viudo. Vivía con su único hijo, Sebastian.
Tenía la misma edad que Lorraine. Al igual que ella, le gustaba leer.
Sus libros favoritos eran los libros de aventuras. Se imaginaba así mismo viviendo una gran aventura surcando los Siete Mares.
Era el único capaz de entender a Lorraine. Ella se sentía capaz de hablar de cualquier cosa estando con él.
-Mis hermanas piensan que estoy loca-le confesó una tarde, mientras paseaban por el espeso bosque de árboles que surca la isla-Dicen que jamás me enamoraría de un corsario.
-Yo podría hacerme corsario-le propuso Sebastian-Te raptaría. Y te llevaría a una isla como ésta, que sería mi escondite.
La idea hizo reír a Lorraine. Conocía demasiado bien a Sebastian. Era un joven de carácter tranquilo y sereno. Con el paso de los años, se había convertido, además, en un muchacho realmente apuesto. Contra su voluntad, Lorraine se sorprendía así misma mirándole.
Le latía muy deprisa el corazón cuando estaba con él. Lo que Sebastian despertaba en ella tenía muy poco que ver con las novelas que Lorraine solía leer.
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