martes, 23 de diciembre de 2014

LA LLAVE

Hola a todos.
Aquí os traigo la primera parte de mi relato La llave. 
Deseo de corazón que os guste.
Mañana y pasado no subiré nada a ninguno de mis blogs por motivos obvios: celebrar la Nochebuena y la Navidad.

ISLA DE LOBOS, 1835

                               Era una noche de enero del año 1835.
            Odiaba estar presente en aquellas reuniones familiares, pero tenía que asistir. La doncella ayudó a Paloma a enfundarse en su vestido de color negro.
            Le asaltó el recuerdo de su prima Lorena y en lo unidas que habían estado. A pesar de lo diferentes que eran, Paloma y Lorena habían sido uña y carne desde que eran pequeñas. Paloma tenía vocación de solterona. Era hija única y cuidaba de sus padres. Le gustaba mucho leer libros. En cambio, Lorena era la que tenía la libreta de baile llena en las fiestas. Era la mujer más hermosa de toda el archipiélago canario y muchos habían sido los hombres que la habían cortejado. Por supuesto, Lorena no tardó en casarse con uno de los mejores partidos de la isla.
            Se cumplía el primer aniversario de la muerte de Lorena, que había muerto desangrada tras sufrir un aborto. Parecía que había sido ayer cuando le dieron la noticia a Paloma. Todos los amigos de Lorena estarían presentes en la Iglesia durante la Misa de Aniversario. Después, se celebraría una reunión en su casa, ya que Lorena era huérfana.
            Se miró en el espejo de su habitación. Paloma contuvo las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Llevaba su cabello castaño recogido en un moño holgado. Sus padres la estaban esperando al pie de la escalera cuando salió de su habitación. El carruaje estaba dispuesto fuera del jardín. Paloma suspiró mientras descendía por la escalera.
            Dos horas después, Raúl estaba sentado en el salón de la casa de los tíos de su difunta esposa. Los criados servían tazas de café a los asistentes a aquella reunión que le parecía macabra. Estaban hablando de lo triste que era la muerte de Lorena. Él decidió mantenerse al margen de aquellas conversaciones y recordar cómo había sido su matrimonio.
            Se había casado con Lorena por algún motivo que no había llegado a entender. La había cortejado con más ardor que sus otros pretendientes. Pero, al final, su esposa no resultó ser como él pensaba. La había deseado nada más conocerla. Había decidido hacerla suya. Cuando lo consiguió, se dio cuenta de que no era eso lo que quería. Y, para ser sinceros, Lorena tampoco lo había amado locamente. Tenía una taza de café en la mano. Intentaba no ser visto por ninguno de los asistentes. Y deseó no haber acudido a la Misa de Aniversario por la muerte de su esposa.
            ¿Había amado a Lorena? Era una pregunta que se había hecho desde que murió. Recordaba su cabello de color negro como el azabache. Sus ojos verdes como las esmeraldas…Llena de vida…Pero la vida conyugal entre ambos había sido un completo desastre. 
            Recordaba que la conoció en un baile que se celebró en casa de sus tíos. La recordaba como una joven alta. Habían pasado dos años desde aquel día. Aún podía recordar su cabello negro recogido a la moda. Y, luego, vino el día de su boda. Lorena parecía un ángel, toda vestida de blanco. Con su ramo de azahar en la mano…Su velo de tul ilusión…Sólo para llegar a la noche de bodas.
            Lorena era virgen cuando Raúl la hizo suya aquella noche.
Creyó que había sido culpa suya. Lorena no tenía madre. Su tía no le había explicado muy bien en qué consistía la noche de bodas. Había llegado al tálamo nupcial con otras ideas en la cabeza.
Raúl no podía esperar a verla desnuda. Pero Lorena insistió en ponerse aquel camisón de dormir. Tenía una abertura en la zona del bajo vientre. Cuando lo vio, Raúl pensó que se trataba de una broma. Pero siguió adelante sólo por complacer a su recién estrenada esposa.
Pero ella se portó de un modo muy frío. No reaccionó cuando él empezó a acariciarla. No sintió nada cuando los dedos de Raúl la tocaron. Se puso rígida cuando él la abrazó. Las caricias de los labios de su marido sobre su piel no despertaron su excitación. No le devolvió cada uno de los besos que él le dio. Fue un acto muy frío. Casi mecánico…Cuando todo acabó, ella le echó de la cama de malos modos.
-¡Eres un salvaje!-le gritó-¡Me has hecho daño!
            Después de eso, su matrimonio empezó a ir cuesta abajo.  
            Lorena quedó embarazada en su noche de bodas. Tanto ella como su marido lo agradecieron. 
            De aquel modo, se ahorraban el seguir teniendo que compartir cama. 
            Raúl no tenía mucha experiencia con las mujeres. Y la noche de bodas había supuesto un trauma tanto para él como para Lorena. 
            El embarazo de la joven fue bien hasta que cumplió el tercer mes de gestación. 
             La joven no se dio cuenta de que estaba sangrando cuando salió un día a dar un paseo. Un pescador la encontró tirada en la Playa de La Concha al anochecer. 
             El vestido de Lorena estaba empapado en sangre. Para entonces, Raúl había salido a buscarla, alertado por su tardanza. 
             Paloma salió a buscar a Lorena con él. La joven luchaba por ser fuerte. 
-Estará bien-le decía más así misma que a él-Sabe cuidar muy bien de sí misma. No es como yo. 
             Entonces, les salió al paso aquel pescador. Llevaba entre sus brazos a Lorena, quien estaba mortalmente pálida y no dejaba de sangrar. El médico que vino desde Fuerteventura no pudo hacer nada por salvarle la vida. 
            Iba a irse de la casa que habían compartido durante los meses que estuvieron casados. Llevaba en el bolsillo interior de su chaqueta la llave de aquella casa. Abandonaría Lobos y no regresaría nunca más.
            Entonces, su mirada se cruzó con la mirada de Paloma. Una tímida sonrisa apareció en su rostro. Era la prima de Lorena.
            Paloma permanecía al margen de lo que estaba pasando en el salón de su casa. Llevaba puesto un vestido de color negro que le daba un aire trágico. Al igual que Raúl, permanecía casi arrinconada en el salón. La había visto en la Iglesia y creía que había llorado por Lorena. Más que primas, Lorena y Paloma habían sido casi como hermanas. Era una chica muy bonita, a su modo. Llevaba su cabello castaño recogido en un moño muy sencillo.  Habían hablado muchas veces durante su matrimonio con Lorena. Era una chica que odiaba las fiestas y que prefería permanecer en su habitación leyendo un libro que bailando el vals. Tuvo que reconocer que se parecía a él en aquel aspecto. Odiaba asistir a las fiestas, pero Lorena le arrastraba.
            Había sido un buen marido, pensó. Había querido a su mujer. La había complacido en todo. A su lado, Lorena no había sido una desgraciada.
            Pero recordaba el día de su muerte. Raúl lloró amargamente con la cabeza apoyada en el hombro de Lorena.
            Su esposa estaba muerta. Y él era el único culpable de aquella tragedia. Tenía que convivir con aquella certeza. Lorena había muerto sólo porque él la había dejado embarazada. ¿De verdad que era suya la culpa? A veces, culpaba de lo ocurrido a Lorena.
            En aquel momento, Raúl decidió acercarse a ella.
-Buenas tardes, Paloma-la saludó-Te he visto en la Iglesia. Me he acercado para ver cómo estás.
            Le cogió la mano y se la besó. Paloma le miró con los ojos muy abiertos.
-Estoy mal-confesó la muchacha-Lorena era mi prima. Pero era mucho más que eso. La echo mucho de menos.
-Lo entiendo-admitió Raúl-Es un sentimiento muy difícil de definir. Te falta algo. Te falta el aire. Tienes la sensación de que no puedes respirar sin aire. Pero piensas que has de seguir adelante. Cuesta trabajo, Paloma. Pero créeme cuando te digo que se consigue. No sé qué puedo decirte. Estoy un poco aturdido.
            Paloma apartó la vista de Raúl y pensó que tenía razón.
-Odio acudir a veladas como ésta-añadió el joven-Tengo la sensación de que la gente se reúne por cualquier estupidez. Incluso, celebran la muerte de una joven.
            Apoyó la espalda y la cabeza contra la pared. Aún podía sentir sobre sus labios los fríos labios de Lorena cuando le dio el último beso. Siempre la había besado de manera casta fuera de la habitación. Pero también la besaba de manera casta en la cama en su noche de bodas. Así era como lo quería ella. Y él no quería defraudarla. Tenía la sensación de que le había fallado de todas las maneras posibles.
            Lorena estaba muerta, pensó. Y tenía que empezar a olvidar.

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